Cuando Juan María sea grande le voy a regalar una pastafrola para que la coma con mamá, papá y Mateíto.
Y le voy a decir que en el diccionario dice pastaflora, pero a nosotros nos gusta decir pastafrola nomás.
Cuando Mateo sea grande le voy a dar dos pasteles. Uno para él y otro para Juan María.
Cuando Juan María y Mateo sean grandes les voy a hacer tortas fritas rociadas con azúcar amarilla, y las vamos a comer bien calientes, mientras afuera llueve.
Les vamos contar las historias del tío Ruben y los cuentos del Abuelo Pedro y las travesuras interminables de Alejandro. Les vamos a contar de cuando el tío Ruben y el tío Edil le ataron un paraguas a la abuela Ethel y querían tirarla desde el techo de la casa y la abuela, que tenía cuatro años, le dijo al tío Ruben -Te jodés- y se le escapó corriendo por la cornisa.
Y les vamos a contar de la petisa Guinda. Y de cuando el abuelo Juan se comió 16 milanesas y 12 huevos fritos. Y de cuando vino en tractor desde Luján y llegó con el culo flaco más flaco todavía.
Les vamos a contar de cuando Carlos, vestido muy de estanciero, se limpió la cara y las manos con el trapito cagado que dejó al lado de la cosechadora el muy maula del tío José.
Les vamos a contar todas esas cosas y mientras tanto, torta frita va y torta frita viene, vamos a intentar que tomen mate, pero si no quieren les vamos a dar chocolate bien caliente.
Sea como sea, todo esto pasará cuando los chicos sean grandes.
Cuando sean grandes yo voy a ser una vieja más vieja que las piedras, o capaz que seré unas cenicitas blancas flotando por ahí.
Por eso, por las dudas, les dejo estas historias para que las lean comiendo tortas fritas, y tal vez, ojalá, Dios quiera, tomándose unos mates bien amargos ya que al fin y al cabo, como dijo Paula, cantarán otro himno nacional. Y eso impresiona.
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