Y los dos mundos se chocaron sin chocarse y se mezclaron sin mezclarse y entonces cayeron sobre la tierra caliente Juan María y Mateo José para hacerse dueños.
Y se hicieron dueños de todo lo que anda y de lo que no anda. De lo que se escucha y de lo que se vislumbra, de lo que se huele y de lo que se esconde, del bicherío del campo y de los perros de la calle y de los caballos crinudos de la sierra.
Y se hicieron dueños porque toda cosa, imaginería o palabra era vista, oída o aprendida para dársela, enrolladita, como una ofrenda.
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