Era como quien dice un caballero rural.
Demasiado flaco para ser apuesto, pero indudablemente con un aire de Quijote. Bombachas de campo con alforzas. Camisa tan lavada que andaba entre el blanco y el transparente. Y pañuelito ajedrezado, atado con un nudo bien apretado.
-Pa' lo que guste mandar- ésa era su frase.
Si uno decía
-Me gustaría un pastelito- ahí salía él, muy dispuesto, para la cocina.
Si uno decía
- ¡Qué pena que el petiso esté desensillado!- ahí arrancaba para el galpón a buscar el apero.
Si uno decía
-¡Qué tarde tan triste!- ahí miraba el cielo y el sol salía y una calandria venía a picotear lombrices cerca de la bomba.
Si uno decía
-Extraño a la vieja...- él miraba el horizonte, y ahí nomás aparecía un auto y desde el auto saludaba la mismísima madre de uno, que venía con una caja de comida y un bolso con ropa limpia.
-Pa' lo que guste mandar- ésa era su frase.
No le sabíamos el nombre, así que de apellido era el trato nomás.
Y de Usted.
Porque era un caballero rural.
Si uno decía
-Quisiera una novia para el baile de esta noche- él se sonreía y esa noche seguro que uno salía enamorado como un zonzo.
Cuando nos pusimos ambiciosos y empezamos a querer cosas más complicadas es cuando supimos su nombre.
El decía
-Pa' lo que guste mandar- y todo se hacía.
Tenga cuidado usted, si algún día se le aparece.
Cuando le ofrezca una ayuda, no la acepte. Búsquese los pastelitos, ensille el burro, ni se le ocurra andar deseando novias en voz alta.
Tenga en cuenta que una vez se me ocurrió decir
-¡Qué todos se vayan a la mierda!- y toda la familia fue a parar al fondo de la letrina.
Al final una tarde, muy de cayetano, fui y le rocié el catre con agua bendita.
Cuando en el medio de la noche se escuchó un ruido como de agua hervida, y una humareda de puro azufre salió por la ventana, me di cuenta de que a la mañana no estaría ahí para esperarnos con el mate recién cebado.
-Pa' lo que guste mandar- ésa era su frase.
Si uno hubiera sabido que es costumbre del Maligno andar ofreciendo demasías, entonces quizá, sólo quizá, le hubiéramos dicho que estaba bien, que no se molestara.
Si uno decía
-Me gustaría un pastelito- ahí salía él, muy dispuesto, para la cocina.
Si uno decía
- ¡Qué pena que el petiso esté desensillado!- ahí arrancaba para el galpón a buscar el apero.
Si uno decía
-¡Qué tarde tan triste!- ahí miraba el cielo y el sol salía y una calandria venía a picotear lombrices cerca de la bomba.
Si uno decía
-Extraño a la vieja...- él miraba el horizonte, y ahí nomás aparecía un auto y desde el auto saludaba la mismísima madre de uno, que venía con una caja de comida y un bolso con ropa limpia.
-Pa' lo que guste mandar- ésa era su frase.
No le sabíamos el nombre, así que de apellido era el trato nomás.
Y de Usted.
Porque era un caballero rural.
Si uno decía
-Quisiera una novia para el baile de esta noche- él se sonreía y esa noche seguro que uno salía enamorado como un zonzo.
Cuando nos pusimos ambiciosos y empezamos a querer cosas más complicadas es cuando supimos su nombre.
El decía
-Pa' lo que guste mandar- y todo se hacía.
Tenga cuidado usted, si algún día se le aparece.
Cuando le ofrezca una ayuda, no la acepte. Búsquese los pastelitos, ensille el burro, ni se le ocurra andar deseando novias en voz alta.
Tenga en cuenta que una vez se me ocurrió decir
-¡Qué todos se vayan a la mierda!- y toda la familia fue a parar al fondo de la letrina.
Al final una tarde, muy de cayetano, fui y le rocié el catre con agua bendita.
Cuando en el medio de la noche se escuchó un ruido como de agua hervida, y una humareda de puro azufre salió por la ventana, me di cuenta de que a la mañana no estaría ahí para esperarnos con el mate recién cebado.
-Pa' lo que guste mandar- ésa era su frase.
Si uno hubiera sabido que es costumbre del Maligno andar ofreciendo demasías, entonces quizá, sólo quizá, le hubiéramos dicho que estaba bien, que no se molestara.
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