lunes, 25 de julio de 2011

Cuento del hada distraída

  A Juan María y a Mateo José les gustan los cuentos.
  Por eso, la abuela Ethel quiso escribir uno para que lo escuchen y después le digan si es lindo o feo o es cualquier cosa.
  Pero, como la abuela Ethel nunca ha escrito cuentos (la abuela Ethel escribe a veces versitos absurdos y queribles, pero nunca cuentos), se le ocurrió llamar a una de esas hadas que andan recorriendo espacios desconocidos en los mundos del sur, del norte, del este o el oeste, o hasta veredas de la otra cuadra.
  Y un día vino una de esas hadas. Por cierto que era muy linda: tenía el pelo rosado y llevaba un vestido blanco lleno de volados, que más parecía un pastel de crema chantillí que un vestido real, de esos que la gente puede ponerse cualquier día para ir al almacén o a la perfumería.
  La abuela se puso muy contenta:
  -Ahora voy a poder escribir un lindo cuento- dijo.
  Y, haciéndose la sabia, se sentó frente a su computadora, porque la abuela Ethel es una abuela moderna de ésas que no entienden nada de cacerolas.
  Pero la pobre abuela Ethel todavía está esperando. Porque, sin que ella sepa aún porqué, la que vino en su ayuda fue el Hada Preciosa, que es también el Hada Distraída, (parece que siempre los preciosos son un poco distraídos, porque se lo pasan mirándose al espejo y no tienen  tiempo de andar pensando en serio).
  El caso es que el Hada Distraída todavía no recuerda que tiene que ayudar a la pobre abuela  a escribir un cuento.
  Y la abuela Ethel, espera que te espera, mira una y otra vez las fotos de Mateíto y Juan María, esperando que se le ocurra alguna historia. Y para colmo de males, los chicos desde las fotos le hacen morisquetas y la abuela embobada se emboba totalmente.

No hay comentarios:

Publicar un comentario