Violín en Bolsa es un trabajador de la música, un musiquero.
Violín en Bolsa nació el mismísimo día de la música, un 22 de noviembre a eso de las 2 de la mañana, porque, como es bien sabido, desde el primer momento le gustó andar dando vueltas en mitad de la noche.
Dicen que nació musiquero porque la madre clavaba el dial en Radio Nacional a las seis de la mañana y se la pasaba todo el día meta zamba, tango, chacarera y milonga. Cuando llegaban los noticieros bajaba el volumen y cantaba por su cuenta, porque decía que para escuchar maldades mejor cantarse sola, que era más razonable.
Así es que Violín en Bolsa salió del vientre materno prácticamente como músico recibido en el conservatorio. De gurrumín ya andaba haciendo ruiditos armoniosos, buscando hacer su música primero con la boca y después con las patitas o las manos.
Donde le dejaban algún instrumento a su alcance ahí andaba él, toqueteando, sacándole sonidos a las cosas.
La quena y la flauta se le hicieron amigas ahí nomás. Y la armónica. Y hasta un piano que había en el cine parroquial.
De la guitarra ni hablar.
Pero de lo que se enamoró fue del violín.
Se enamoró y delinquió.
Esa fue su primera y única entrada a un calabozo. Y ahí nomas la sabiduría popular le impuso el sobrenombre: Violín en Bolsa, tres cuartos musiquero y un cuartito ladrón.
Fue una suerte que Parrondo le levantara la denuncia. De entrada estaba decidido a que lo procesaran, porque el violín lo había traído de no se qué pueblo de Polonia, y a Parrondo, que andaba abriendo su casa para todos, le había caído muy mal todo el asunto.
Pero cuando se enteró de que había sido un caso de puro amor ahí nomás cambió de idea. Le contaron que a Violín en Bolsa ni siquiera lo habían buscado. Estaba en la plaza, debajo de un árbol, tocando meta y ponga el violincito rojo.
Parrondo levantó la denuncia.
Ahora todos los domingos Violín en Bolsa ofrece un pequeño concierto en la casa de la calle Mitre, y desde la primavera hasta fines del verano, Parrondo deja las ventanas abiertas para que la música del violín salga por las rejas, toda firuleteada, y le cuente a la gente dolorosas y urgentes historias de amor.
Para Oscar Di Césare, mi amigo, que nació el día de la música y aunque no tocara el violín también era un enamorado de todas las armonías. Y para Parrondo, amigo de Verónica y de toda la familia Mirassou
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