Cuando nació le pusieron de nombre Dolores.
Siempre lo consideró un mal nombre porque se lo tomó como una predicción.
Pero la verdad que, más que predicción, se convirtió en una profesía autocumplida.
Porque ella, lamentablemente, era la mismísima Dolorosa.
Tal es así que le pusieron de sobrenombre Dos Dolores.
Es que donde ella veía la oportunidad de sufrir siempre lo hacía por partida doble.
Si hacía frío siempre la agarraba desabrigaba. Si había mucho sol el bloqueador solar no le daba resultado y si llovía no sólo andaba sin paraguas, sino que se agarraba todas las baldosas flojas.
Si le regalaban chocolate justo ayer le había dado una pataleta al hígado fenomenal, y si compraba zapatos nunca eran tan cómodos como los del año anterior, de modo que cada año iba de peor en peor.
Cuando andaba ligera de vientre nunca encontraba un baño y, si andaba estreñida, seguro la invitaban a comer fondeau.
Nunca un sobrenombre estuvo mejor puesto. Friolenta, sancochada, descompuesta, intoxicada, amargada y todo eso era Dos Dolores, todo por dos.
Lo malo es que la manía de sufrir por todo se le había pegado de tal forma que cuando había motivo para alegrarse ella siempre podía encontrar el lado negativo, y si no había lado negativo al menos por cábala tenía que preocuparse.
Es que le daba un no sé qué eso de ponerse contenta, no fuera cosa que por estar contenta pasara algo.
Cuando Dos Dolores se hizo de un novio nos quedamos pasmados.
-Por fin -dijimos- se le hizo.
El novio era alto, fortachón y más rubio que un vikingo.
Pero cuando habló, ¡uy!, cuando habló... También parecía un vikingo. No se le entendía nada pero nada.
Pensamos que Dos Dolores no dejaría pasar la ocasión y sufriría por la mala suerte de haber conseguido un novio tan lindo pero tan bobo.
Pero lo impredecible es impredecible, por eso es impredecible.
Dos Dolores no dijo ni pío. Y se la ve muy bien.
Anda con su novio de aquí para allá y parece que se casa para mediados de noviembre.
Todos dicen que pronto va a perder el apelativo porque desde que tiene al rubio de palenque 'ande rascarse está más contenta que unas castañuelas.
Me pregunto qué cosa habrá cambiado tanto a Dos Dolores.
Pero no sólo me pregunto sino que también me respondo.
Porque siempre fui muy respondona yo.
Así que me respondo que Dos Dolores anda olvidada de sus penas porque está ocupada en hacer feliz a su vikingo, tan rubio, tan alto, tan bonito y tarumbón.
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