jueves, 14 de junio de 2012

El malón del Quequén

Carlos siempre decía que un día iban a llegar en malón.
Decía que no había que descuidarse,  que un día llegarían de golpe y porrazo.
Y así llegaron.
Uno atrás del otro, sin dar tregua.
La primera en llegar fue Josefina, y atrás, ahí nomás, Lautaro.
No habíamos todavía empezando a acostumbrarnos a tener a esas personitas rondando por ahí cuando apareció Manuel  y  atrás Ignacio, y finalmente, pero más india que ninguna Valentina.
Era el malón más lindo del que se hubiera tenido noticias.
Y a decir verdad era un malón bochinchero y temible, pero de un temor de los buenos,  temor por ejemplo a no poder dormir la siesta, o a que nos peguen un chicle en el flequillo o miedo a que nos dejen patas para arriba de puro atropellados.
Era el malón del Quequén.
Pero que cosa buena ese malón de sobrinos.  Qué cosa buena.
Carlos era el Tata, el Gran Cacique Sordo.
El gran mentor de los asados, encantador de perros y de chicos.
El día que el Tata se fue para la otra tierra y fuimos a despedirlo se reunió todo el nieterío.
No he visto un velorio más bonito.
Allí estaba el gran malón.
A veces la vida recompensa -  pensaba yo.  Ahí estaban ellos.  Estuvieron un rato largo debatiendo si Carlos se quedaría por allí sobrevolando, si sería fantasma o recuerdo.
 - Un fantasma tal vez - dijo Josefina - pero no se,  porque el Tata era  muy bueno.
- Un recuerdo - dijo Lautaro - eso de las almas no me lo creo.
Ignacio nos hablaba de Martin Luther King, que al final como el abuelo ya no andaba por aquí, pero todos se acordaban de él. - Porque enseño a no discriminar . dijo Nacho - y me miraba a los ojos como diciendo no te preocupes tía gorda, no te voy a discriminar.
Se quedaron contentos cuando les dije que si, que las almas existen, y que la gente que amamos se queda con nosotros todo el tiempo.   Y que no tenía duda alguna de que Carlos estaba por acá  y por allá, fantasma de la pampa bárbara, riéndose con ojos claros en la mirada transparente de todo ese malón que el Quequén dejó arrimadito al mar,  allá por las playas de Necochea.
Justo en el sur donde la tierra es verde y después se vuelve arena para meterse entre el cielo y el mar como una lámina.


No hay comentarios:

Publicar un comentario