lunes, 6 de junio de 2016

Juan y la pistola lanza caca

Juan inventó la pistola lanza caca para correr a la tía que lo molestaba.
Juan creía que la tía lo molestaba cuando le decía cosas como qué lindo era o qué hermoso era su vigilador intergaláctico del templo Àguila.
Es que Juan tenía 5 años pero se creía todo un adolescente y lo que decía la tía siempre le molestaba.
Y por eso inventó la pistola lanza caca para poder correrla por la casa.
Pero Juan se había olvidado que la tía vivía a 10.000 km. de distancia.
La tía vivía en Argentina que está tan lejos de León que para que la pistola lanza caca funcione debiera montarse en un cohete y además estar pegada a un misil tierra-tierra con un buen GPS.
Por eso la tía se rió de la pistola lanza caca de Juan, porque aunque la buscara no la iba a encontrar.
Y Juan se enojó todavía más con la tía Andrea.
Pero para mi que no se enojó por no poder usar su pistola.  Después de todo la pistola lanzaba caca de mentira.
Para mí que Juan, igual que la tía, querían poder correr por la casa escondiéndose y buscando, buscando y escondiéndose.
Porque así sucede cuando queremos estar cerca y no podemos.  No hay internet que valga, ni pantallita, ni teléfono.  Uno quiere hacerse cosquillas y pelearse y meterse en la pileta y jugar.
Por eso Juan se enoja.  Porque querría pelear a la tía personalmente.  Y por eso la tía lo pelea.  Porque quisiera jugar con Juan personalmente y escuchar en vivo y en directo cómo funcionan las cámaras robots para vigilar el templo Àguila, ese lugar remoto hecho de legos verdes, que no se entiende bien que función cumple pero que es muy vigilado por los vigilantes galácticos que inventa Juan.
Un día Juan va a inventar el transportador molecular y vamos a poder ir y venir de León a Saladillo y de Saladillo a León.
La tía va a llevar biscochitos de grasa de La Carbonera y va a traer tacos y aguacate de León.
Y Juan va a aparecerse de vez en cuando, a veces con Mati, a veces solo, a visitar a los tíos que siempre están esperándolos.

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