lunes, 6 de junio de 2016

El día que el pueblo se plantó

El día que el pueblo se plantó (sobre la importancia de plantarse y sobre la impotencia aprendida)

Se plantó el pueblo, dijeron los pájaros audaces, los que miran de arriba el devenir de las personas. 
Se plantó el pueblo, dijeron los jubilados que salían a barrer las veredas luchando inútilmente contra el otoño.
Se plantó el pueblo, dijeron los cuarentosos, los pocos que se dieron cuenta, porque los cuarentosos suelen no darse cuenta de las cosas de tan ocupados que están buscándole el agüjero al mate.
Se plantó el pueblo, dijeron los que se acordaban de lo que era plantarse, que no eran muchos, porque hacía tanto que el pueblo no se plantaba que se había perdido el concepto de lo que era plantarse verdaderamente.
- Por fin. - Por fin. Eso pensamos algunos. Éramos los menísimos. Los que habíamos soñado con las grandes cosas. Los que habíamos visto plantarse a otros pueblos de otros lugares de la tierra, lugares de más acá o de más allá, lugares con aspiraciones que no estaban tan vapuleadas ni perdidas en la desesperanza.
Es que es muy complicado que los pueblos se planten cuando transitan la lenta inercia del “no se puede”. El “no se puede” disfrazado de frase es en realidad un sustantivo. Es un sustantivo sin sinónimo. No es sinónimo de imposible. No es sinónimo de inalcanzable. No es sinónimo de quimérico. No es sinónimo de inaccesible. Es otra cosa. "No se puede" es algo parecido a la impotencia aprendida. Es en realidad la quintaesencia de la impotencia aprendida. Y como "no se puede", nunca se puede, es que muchos no entendían lo que estaba pasando.
Se estaban abriendo cazuelas para albergar a la vida. Para albergar a las plantas. Era el 2016 y después de muchísimos años el pueblo empezaba a plantarse. A llenarse de árboles de invierno repletos de sabia dormida y dispuesta a ser hoja en el verano del 2017.
Y qué alegría. Ver máquinas funcionando, hombres trabajando en las calles, parecía cosa de otra época.
Se estaban abriendo cazuelas para albergar a la vida. Para albergar las plantas. Era el 2016 y después de muchísimos años el pueblo empezaba a plantarse. A llenarse de árboles de invierno repletos de sabia dormida y dispuesta a ser hoja en el verano del 2017.
Parece mentira pero se había redescubierto la importancia de plantarse.

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