- Crinuditos me salieron los sobrinos - dije. Y no le erré.
Juan tenía unos pelos exagerados que ya le abanicaban los omóplatos, y Mateo andaba haciendo guiños, esquivando un flequillo rubio y lacio como la lluvia.
Un día, como sin querer, le hice a Juan un chuflo con los pelos largos que le caían en la frente, y así anduvo todo el día, orondísimo, medio cristiano y medio indio, saltándonos encima y haciéndose el simpático.
Para Mateo, quise inventar una trenza de vikingo, pero no pude agarrarlo el tiempo suficiente, se me escapaba.
Ahora están por el norte, por su tierra caliente.
Yo los pispeo por internet y los veo crecer sin tregua.
A veces tengo que revisar fotos antiguas para acordarme de que fueron unos bebés redonditos y sonrientes.
Ahora, son dos muchachitos en miniatura que de la mamadera ni se acuerdan.
Cuando queramos acordar, tendrán 18 y ni nos mirarán por la pantalla.
Tal vez sigan crinudos. Es probable. Pelos tienen de sobra.
Yo quiero simplemente que cuando tengan 18 yo pueda verlos y acordarme de este momento, en que de puro crinuditos, le gente le dice a su mamá, mi hermana - ¡Qué lindas nenas tiene!
11/4/2013. Felicidad.
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