viernes, 24 de febrero de 2012

Lo que natura no da Salamanca no presta

Parece que es verdad.  Salamanca no anda prestando sabiduría ni ninguna habilidad al que nació medio  inutilón.
Y al que nace barrigón es al ñudo que lo fajen, dijo el Don Martín Fierro.
Y es al ñudo nomás.
Cada uno es como es.
Yo estuve como 30 años buscándole la vuelta a mi mismísima persona, queriéndome cambiar al ñudamente.
Me tomaba la pastillita para no andar diciendo animaladas y leía libros de autoayuda para autoayudarme y no había caso.  Tampoco es que pudiera pasar de la tercer página.  Eran aburridísimos.
Así es como vine a concluir que todo era cuestión de suerte.
Pero nunca me tuve un gran aprecio, la verdad, y todo esto llevó a desencadenar los acontecimientos que pasaré a narrar si encuentro por aquí el principio de la historia.
Y como estos sucedidos los estoy escribiendo con el único propósito de que algún día Juan y Mateo sepan como fueron las cosas antes de ellos, estoy buscando cuidadosamente el principio de la historia y digo - Así no fue.  - No, no, no, así no fue.
Es que espero que ellos no metan la pata como la metí yo y por eso quiero señalarles como adivinar las vizcacheras aunque jamás hayan visto al famoso bicho pocero.
Y miren digo, no se intimiden.  Tampoco se la crean.  Y no se preocupen mucho.  Tampoco se desentiendan.  Y no piensen que es fácil.  Tampoco piensen que es tan difícil.  Que es cuestión de suerte muchas veces y las más es cuestión de no hacerse mucha expectativa.
Y claro, que los consejos son peine para un pelado y consejos vendo pero para mi no tengo.
Y porque lo que natura non da Salamanca non presta es que les digo que,  aconsejando,  la tía no sirve para nada,   pero que gracias a sus  treinta años de andar buscándose a si misma y desencontrándose con más ahinco todavía,  hay dos cositas que la tía sabe con certeza y son estas:  no hagan cosas en la vida que jodan a los otros pero,  m'hijos, no se olviden de divertirse con todo lo que hagan porque no hay cosa buena que haya salido de aburrirse como un sonso.
Salamanca no presta lo que Natura no da.
Y por más que quiera que sea interesante esta historia del día que me caí en el pozo del tiempo no puedo encontrar el principio de la historia para contárselas.
Podría empezar contando de como salí al patio y ahí estaba la Tigris que vino a sobarme las pantorrillas en busca de comida y seguir contando como fue que yo y la tigrita, ella sobándome las pantorrillas, yo tratando de sacármela de encima, fuimos a parar a un pozo que jamás había existido en el medio del patio y empezamos a caer y caer y caer todas enredadas la tigrita y yo hasta que nos frenó un porrazo que te la voglio dire.
Ni siquiera la tigrita se pudo preparar para el golpe porque no vio venir el suelo de tan rápido que se nos apareció.
Cuando miré alrededor ahí estábamos en un tiempo que no era el nuestro ni de casualidad.  Era el futuro.  Me di cuenta porque el árbol del patio era ya un arbolote y la casa se veía como se ven los viejos, iguales pero distintos.
En el patio estaban Verónica y Mateo.
Mateo hablaba muy mexicanamente con dos chicos que me parecieron muy conocidos.
La tigri fue y se les metió entre las piernas y Vero dijo - Ay, me rozó un fantasma.
Yo llamé a la tigrita y por una vez en la vida ella vino y entonces empezamos a recular de nuevo para el lado del pozo que nos volviera a nuestro tiempo.
Cuando empezamos a caer la vi a Ana que desde la puerta del patio nos miraba como si fuera de lo más normal que estuviéramos allí, la tigri y yo, como dos fantasmas.

No hay comentarios:

Publicar un comentario