El era locutor de alma. Aunque más que el alma era la voz la que lo había convertido en el locutor obligado de la radio del pueblo.
Se le despertó la afición ni bien dobló la adolescencia, porque durante la adolescencia andaba entre chillido y graznido, como diría la profesora de literatura "una cacofonía insoportable".
El cura lo había tenido de monaguillo hasta los 12 para acompañarlo en los amenes sin necesidad de micrófono. Y más a o menos hasta esa edad afinaba mal que bien esas canciones de la iglesia, tan amigables para los sin oído.
Pero a los 12 se estiró por todos lados y de repente era toda patas y brazos y ya le sacaba una cabeza al cura y ni hablar de lo ridículo que le quedaba el vestidito de monaguillo.
En definitiva fue la adolescencia la que lo alejó de la vocación sacerdotal, como diría la hermana del cura en la cena de la liga de madres de familia.
La abuela Lita en esas épocas se había dedicado a la actividad comunitaria y era secretaria de la mentada liga, pero al solo efecto de ayudar a adquirir una escultura para honrar a todas las madres del pueblo, aún a las más yeguas, como diría la también mentada abuela.
Como es sabido la abuela Lita era una gran decidora de verdades, aunque luego se arrepintiera y anduviera a las disculpas disimuladamente.
Así que ahí nomás largó con su habitual imprudencia - Que suerte, hubiera sido una lástima que se desperdiciara un chico tan lindo.
A la hermana del cura nunca le gustó demasiado la abuela Lita, y si no hubiera sido que se reivindicó cosiendo el vestuario entero del auto sacramental de Navidad yo pienso que hubieran excomulgado a toda la familia por portación de abuela.
La cuestión es que así fue, como suele ser habitualmente, por la oportuna acción de las hormonas que el flaco dejó la vocación sacerdotal. Lástima que dejó el colegio también, y a los dieciséis cuando la voz se le estabilizó en una armoniosa voz de barítono ya se dedicó de pleno a la locución contratado por Ferrario.
Así es que sábados, domingos y feriados se los veía a los dos recorriendo el pueblo haciendo propaganda en vivo, arte vernáculo si los hay.
Así uno se enteraba del programa del cine, hasta que el cine cerró, del horario del tren, hasta que el tren cerró, de las novedades de la ferretería, hasta que la ferretería cerró, y del precio de la carne así como del cambio de nombre de la carnicería, cosa que ocurría cada dos por tres.
Iban mechando Ferrario y él las propagandas, un contrapunto de voces que daba gusto siempre que uno no estuviera durmiendo la siesta o la mona, según fuera.
Para los veinticinco ya era voz oficial de los corsos y la Dirección de Cultura le tenía un sueldito de los de esa época, más en negro que una culpa, para retribuirle las colaboraciones en los actos oficiales del intendente.
A la larga, y a fuerza de andar anunciando medio gratuitamente izamientos de bandera e inauguración de cloacas se incorporó al plantel municipal y ahí ya no hubo acto que no lo tuviera como co protagonista.
Debe decirse a favor del flaco que ya a los veinticinco de flaco no tenía mucho y que si había sido un larguirucho atacado con saña por los granos, a fuerza de locución gratuita para cuanta cooperadora había en el pueblo retribuida con asados y tortas, había terminado por echarse encima unos cuantos kilos y cuando le anduvo al pelo el traje del finado tío Manolo resultó una presencia imponente sobre el escenario.
El problema del flaco era sin embargo que por más pintón, por más vozarrón, por más empleo municipal y clases de ceremonial por rozamiento, por más trato que hubiera tenido con el locuaz del intendente o los diputados de la sexta, por más intento de pulitura que intentar la novia maestra que se agenció a la pasada, por más cosa buena que le sucediera, el flaco era, esencialmente, un bruto.
Venía el flaco presentando los espectáculos el día de la Fiesta Provincial del Potro en la rural Que el grupo de danzas El Cardón precedido por los jinetes gauchos montados en los caballos azulejos de la Peña el Ceibo. Que el dúo Luz de Luna integrado por Pichi Rodríguez y Agustín Avila. Que el Grupo de Danzas Contemporáneas acompañado por la Guitarras Florentinas del maestro Fenoglio . Que el Trío Gaetal, de los hermanos Gaetal. Que el cuarteto de bandoneones Voz de Tango. Que pin y que pan.
Y el cierre a cargo del Coro del Pueblo que siempre se dejaba para el final por cuestiones de logística y para que los parientes de los coristas hicieran bulto en la platea hasta el último minuto.
Y ahí, antes de la última canción, que creo que fue una chacarera, salió el flaco para ponerle el broche final a los festejos
- Así cerrando la décima edición de la Fiesta Provincial del Potro se ha presentado este magnífico veinteocheto local cuyas voces engalanan la noche saladillense.
Nadie se acuerda qué cosa se cantó. Pero nos quedó clarísimo que el coro del pueblo contaba con veintiocho participantes, director aparte.
El veintiocheto! Una linda historia casi parece cierta!
ResponderEliminarEs cierta.
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