lunes, 27 de febrero de 2012

El locutor

El era locutor de alma.  Aunque más que el alma era la voz la que lo había convertido en el locutor obligado de la radio del pueblo.
Se le despertó la afición ni bien dobló la adolescencia, porque durante la adolescencia andaba entre chillido y graznido, como diría la profesora de literatura "una cacofonía insoportable".
El cura lo había tenido de monaguillo hasta los 12 para acompañarlo en los amenes sin necesidad de micrófono.   Y más a o menos hasta esa edad afinaba mal que bien esas canciones de la iglesia, tan amigables para los sin oído.
Pero a los 12 se estiró por todos lados y de repente era toda patas y brazos y ya le sacaba una cabeza al cura y ni hablar de lo ridículo que le quedaba el vestidito de monaguillo.
En definitiva fue la adolescencia la que lo alejó de la vocación sacerdotal, como diría la hermana del cura en la cena de la liga de madres de familia.
La abuela Lita en esas épocas se había dedicado a la actividad comunitaria y era secretaria de la  mentada liga, pero al solo efecto de ayudar a adquirir una escultura para honrar a todas las madres del pueblo, aún a las más yeguas, como diría la también mentada abuela.
Como es sabido la abuela Lita era una gran  decidora de verdades,  aunque luego se arrepintiera y anduviera a las disculpas disimuladamente.
Así que ahí nomás largó con su habitual imprudencia - Que suerte, hubiera sido una lástima que se desperdiciara un chico tan lindo.
A la hermana del cura nunca le gustó demasiado la abuela Lita, y si no hubiera sido que se reivindicó cosiendo el vestuario entero del auto sacramental de Navidad yo pienso que hubieran excomulgado a toda la familia por portación de abuela.
La cuestión es que así fue, como suele ser habitualmente, por la oportuna acción de las hormonas que el flaco dejó la vocación sacerdotal.  Lástima que dejó el colegio también, y a los dieciséis cuando la voz se le estabilizó en una armoniosa voz de barítono ya se dedicó de pleno a la locución contratado por Ferrario.
Así es que sábados, domingos y feriados se los veía a los dos recorriendo el pueblo haciendo propaganda en vivo, arte vernáculo si los hay.
Así uno se enteraba del programa del cine, hasta que el cine cerró, del horario del tren, hasta que el tren cerró, de las novedades de la ferretería, hasta que la ferretería cerró, y del precio de la carne así como del cambio de nombre de la carnicería, cosa que ocurría cada dos por tres.
Iban mechando Ferrario y él las propagandas, un contrapunto de voces que daba gusto siempre que uno no estuviera durmiendo la siesta o la mona, según fuera.
Para los veinticinco ya era voz oficial de los corsos y la Dirección de Cultura le tenía un sueldito de los de esa época, más en negro que una culpa, para retribuirle las colaboraciones en los actos oficiales del intendente.
A la larga, y a fuerza de andar anunciando medio gratuitamente izamientos de bandera e inauguración de cloacas se incorporó al plantel municipal y ahí ya no hubo acto que no lo tuviera como co protagonista.
Debe decirse a favor del flaco que ya a los veinticinco  de flaco no tenía mucho y que si había sido un larguirucho atacado con saña por los granos, a fuerza de locución gratuita para cuanta cooperadora había en el pueblo retribuida con asados y tortas, había terminado por echarse encima unos cuantos kilos y cuando le anduvo al pelo el traje del finado tío Manolo resultó una presencia imponente sobre el escenario.
El problema del flaco era sin embargo que por más pintón, por más vozarrón, por más empleo municipal y clases de ceremonial por rozamiento, por más trato que hubiera tenido con el locuaz del intendente o los diputados de la sexta, por más intento de pulitura que intentar la novia maestra que se agenció a la pasada, por más cosa buena que le sucediera, el flaco era, esencialmente, un bruto.
Venía el flaco presentando los espectáculos el día de la Fiesta Provincial del Potro en la rural  Que el grupo de danzas El Cardón precedido por los jinetes gauchos montados en los caballos azulejos de la Peña el Ceibo.  Que el dúo Luz de Luna integrado por Pichi Rodríguez y Agustín Avila.  Que el Grupo de Danzas Contemporáneas acompañado por la Guitarras Florentinas del maestro Fenoglio .  Que el Trío Gaetal, de los hermanos Gaetal.  Que el cuarteto de bandoneones Voz de Tango. Que pin y que pan.
Y el cierre a cargo del Coro del Pueblo que siempre se dejaba para el final por cuestiones de logística y para que los parientes de los coristas hicieran bulto en la platea hasta el último minuto.
Y ahí, antes de la última canción, que creo que  fue una chacarera, salió el flaco para ponerle el broche final a los festejos
- Así cerrando la décima edición de la Fiesta Provincial del Potro se ha presentado este magnífico veinteocheto local cuyas voces engalanan la noche saladillense.
Nadie se acuerda qué cosa se cantó.  Pero nos quedó clarísimo que el coro del pueblo contaba con veintiocho participantes, director aparte.

viernes, 24 de febrero de 2012

Lo que natura no da Salamanca no presta

Parece que es verdad.  Salamanca no anda prestando sabiduría ni ninguna habilidad al que nació medio  inutilón.
Y al que nace barrigón es al ñudo que lo fajen, dijo el Don Martín Fierro.
Y es al ñudo nomás.
Cada uno es como es.
Yo estuve como 30 años buscándole la vuelta a mi mismísima persona, queriéndome cambiar al ñudamente.
Me tomaba la pastillita para no andar diciendo animaladas y leía libros de autoayuda para autoayudarme y no había caso.  Tampoco es que pudiera pasar de la tercer página.  Eran aburridísimos.
Así es como vine a concluir que todo era cuestión de suerte.
Pero nunca me tuve un gran aprecio, la verdad, y todo esto llevó a desencadenar los acontecimientos que pasaré a narrar si encuentro por aquí el principio de la historia.
Y como estos sucedidos los estoy escribiendo con el único propósito de que algún día Juan y Mateo sepan como fueron las cosas antes de ellos, estoy buscando cuidadosamente el principio de la historia y digo - Así no fue.  - No, no, no, así no fue.
Es que espero que ellos no metan la pata como la metí yo y por eso quiero señalarles como adivinar las vizcacheras aunque jamás hayan visto al famoso bicho pocero.
Y miren digo, no se intimiden.  Tampoco se la crean.  Y no se preocupen mucho.  Tampoco se desentiendan.  Y no piensen que es fácil.  Tampoco piensen que es tan difícil.  Que es cuestión de suerte muchas veces y las más es cuestión de no hacerse mucha expectativa.
Y claro, que los consejos son peine para un pelado y consejos vendo pero para mi no tengo.
Y porque lo que natura non da Salamanca non presta es que les digo que,  aconsejando,  la tía no sirve para nada,   pero que gracias a sus  treinta años de andar buscándose a si misma y desencontrándose con más ahinco todavía,  hay dos cositas que la tía sabe con certeza y son estas:  no hagan cosas en la vida que jodan a los otros pero,  m'hijos, no se olviden de divertirse con todo lo que hagan porque no hay cosa buena que haya salido de aburrirse como un sonso.
Salamanca no presta lo que Natura no da.
Y por más que quiera que sea interesante esta historia del día que me caí en el pozo del tiempo no puedo encontrar el principio de la historia para contárselas.
Podría empezar contando de como salí al patio y ahí estaba la Tigris que vino a sobarme las pantorrillas en busca de comida y seguir contando como fue que yo y la tigrita, ella sobándome las pantorrillas, yo tratando de sacármela de encima, fuimos a parar a un pozo que jamás había existido en el medio del patio y empezamos a caer y caer y caer todas enredadas la tigrita y yo hasta que nos frenó un porrazo que te la voglio dire.
Ni siquiera la tigrita se pudo preparar para el golpe porque no vio venir el suelo de tan rápido que se nos apareció.
Cuando miré alrededor ahí estábamos en un tiempo que no era el nuestro ni de casualidad.  Era el futuro.  Me di cuenta porque el árbol del patio era ya un arbolote y la casa se veía como se ven los viejos, iguales pero distintos.
En el patio estaban Verónica y Mateo.
Mateo hablaba muy mexicanamente con dos chicos que me parecieron muy conocidos.
La tigri fue y se les metió entre las piernas y Vero dijo - Ay, me rozó un fantasma.
Yo llamé a la tigrita y por una vez en la vida ella vino y entonces empezamos a recular de nuevo para el lado del pozo que nos volviera a nuestro tiempo.
Cuando empezamos a caer la vi a Ana que desde la puerta del patio nos miraba como si fuera de lo más normal que estuviéramos allí, la tigri y yo, como dos fantasmas.

Uñaqui

Uñaqui nació medio de prepo y antes de tiempo pero hecho y derecho, un hombrecito en miniatura, vea.
Cuando lo vimos por primera vez fue gracias a la internet que es cosa casi de magia pero de la buena, de la mágica blanca.
Uñaqui vino haciéndose el tranquilito pero cuando andaba por los seis meses ya mostró la hilacha y de ahí en más no hubo quien lo parara: un remolino el Uñaquito, como iría a bautizarlo el tío José a los ocho meses, casi nueve,  a los pocos días de conocerlo cara a cara como corresponde.
José decidió que Uñaqui era medio vasco por parte de tío político, por eso le puso Uñaqui que viene a ser casi un Ignacio pero conmemorativo, porque Uñaquito vino a llamarse así porque tenía unas uñitas feroces y finitas que le crecían más rápido que el hambre. 
- Parece un gato el Uñaquito - dijo el tío José. Y se dejó rasguñar la nariz como si le estuvieran haciendo un homenaje.

domingo, 19 de febrero de 2012

Bienes Raíces

Ella decía que se dedicaba a los bienes raíces.
Y era verdad.
Una quinta de zanahorias tenía.
Se sentía una reina.
Porque hay reinas de todo tipo.
Ella reinaba sobre zanahorias y rabanitos y cuando llegaba el verano era la reina total del zapallito de tronco.
Si bien jamás hubiese arrancado las flores amarillas del zapallo, si alguna accidentalmente se desprendía ella se la ponía en el pelo y allí andaba, coronada de flores de zapallo.
Así, dedicándose a los bienes raíces es que extendió la quinta para el este, el oeste, el sur y el norte, aunque para el norte no tanto porque ahí nomás se tropezó con el camino vecinal y tuvo que frenar, cosa que hizo con un bonito cerco de lavandas, ideal para espantar el bicherío.
Para el sur la quinta se le extendió en una sucesión de lechugas de tres colores, porque se le daba bien eso de andar combinando las verduras, y cuando quiso acordar le habían sacado una foto para el almanaque de la verdulería del pueblo.
Así se descubrió que era una artista.  Una artista de los bienes raíces.
Y pasó de muerta de hambre a quintera y de quintera a artista de efímeros en un santiamén.
Iba planeando su arte de primavera a invierno, haciéndole cercos de tomates rojos a los zapallos reptantes, y armando enramadas de chauchas y lupines.
Cuando la soja invadió el pueblo, ella, que de tonta no tenía ni un pelo, dejó cuatro hectáreas para el yuyo nuevo y con las ganancias arrancó con el asunto de los orgánicos.
Sigue dedicándose a los bienes raíces hoy en día.  Sólo que ahora los intercala con la producción de comiditas para bebés, todas elaboradas con productos orgánicos, ¡qué la parió!
Es una empresaria hecha y derecha.
Pero lo que más le gusta entre todas las cosas que le gustan es dibujar en la tierra con verduras, y dicen que le encargó a Cicaré un helicoptero para ver su arte desde arriba. "Como a las líneas de Nazca" dicen que dijo.
Es que es toda una empresaria.  Y se sabe que el turismo es una industria poco contaminante.