Está el país inmenso, ese que parece doblarse como un papel con la curvatura exacta de la tierra, ese país de rectas interminables.
Y está el país de las colinas y el país de los precipicios y de los senderos de cabras.
Y está el país de las dunas que se ahogan en el mar.
Y el país de las cascadas en el que las aguas buscan el centro de la tierra y con un rugir de truenos trepanan la tierra roja de la selva.
Y también está el país de las casitas de tierra, el país de los gorros coloridos en el que vírgenes y diablitos de colores danzan en procesiones paralelas y en el que los hombres tocan flautas vegetales y soplan las penas hasta convertirlas en carnavalitos.
Y está el país de las islas en el que viven Ana y Ralph y Octavio. Es un país de aguas verdes y castañas, porque no son marrones las aguas de las islas, son castañas, de un castaño suave y dulce como los ojos de algunas personas.
A mi me gusta saber que desde allí Ana y Ralph vigilan la belleza de las islas desmayadas. Su luz mil veces reflejada. Sus caballos misteriosos. Sus callejones de agua. Su belleza creciente.
Los imagino yendo y viniendo por los caminos de agua, llenándose los ojos con el paisaje moteado de luz. Los imagino trajinando, con el cuerpo cansado y extrañamente pleno como cuando el cuerpo sirve como instrumento del alma que sabe lo que quiere
Y sí. Tenemos amigos isleños. Amigos con perros isleños, y huerta isleña, y triciclo isleño y gallinas isleñas y un gallo isleño, por supuesto.
Cuando sopla el viento del sudeste llega la sudestada.
Es que el viento empuja las aguas del Río de La Plata y no las deja llegar al ancho mar. Y el río hinchado por el agua que baja de todo el subcontinente ensancha su cauce entrando en las islas y llenándolas como se llena un plato sopero. Eso nos dijo Ana Laura. Y desde entonces nunca más la palabra Sudestada fue sólo el viento. Ahora es también las islas y entre todas las islas es la isla de Ana Laura, de Ralph, de Octavio, de los perros de muelle, de las gallinas con riesgo de ahogamiento, de las lanchas despensa, de las botas de goma insólitamente deseables.
Ahora también las islas son el país nuestro y siento que un pedacito de mi adn las recorre, chapoteando en el barro rico de vida, porque los chicos, nuestros chicos, viven en las islas.
Ana Laura Espinosa es hija de Marta Gonzalez y nieta de Eduardo Gonzalez y de Teresa y es pariente nuestra por parte de Eduardo y del bisabuelo Lopez que eran primos no sé en que grado. Está casada con Ralph que es Suizo y a veces no entendemos que hace chapoteando barro, pero nos parece de admirar. Octavio es su hijito isleño. Y los perros son los perros de la casa, las gallinas y el gallo ídem. Este mensaje es para mis Mateitos para que sepan de dónde vienen y elijan a dónde quieren llegar.
Ana Laura Espinosa es hija de Marta Gonzalez y nieta de Eduardo Gonzalez y de Teresa y es pariente nuestra por parte de Eduardo y del bisabuelo Lopez que eran primos no sé en que grado. Está casada con Ralph que es Suizo y a veces no entendemos que hace chapoteando barro, pero nos parece de admirar. Octavio es su hijito isleño. Y los perros son los perros de la casa, las gallinas y el gallo ídem. Este mensaje es para mis Mateitos para que sepan de dónde vienen y elijan a dónde quieren llegar.
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