sábado, 15 de octubre de 2011

Hubo un tiempo que fue hermoso

Hubo un tiempo que fue hermoso, y fui libre de verdad....
Eso decía la canción. 
Pero nadie sabe muy bien cuando fue ese tiempo. 
Debe haber sido entre las décadas del 60 y del 80, pero no todo el tiempo.  De a ratos nomás. .
A los argentinos nos duele la Argentina. 
La Argentina es como una ampolla de esas que te salen por usar los zapatos nuevos que tanto te gustan.  Soportás el dolor porque te encantan.   Pero eso no podés hacerlo siempre.   Lo hacés cuando tenés 16 sin duda alguna, lo hacés cuando tenés 23 y tal vez si tenés 34 y todavía andás buscando novio.  Pero llega el momento que la ampolla importa más que el zapato.
No estás dispuesto a sufrir eternamente dolor de pies.   En un momento dado querés fervientemente descalzarte y ponerte un país que no te ande jorobando siempre, un país más sencillo, quizá un país como una alpargata o una ojota.  Un país que te deje caminar sin andar sufriendo todo el tiempo. 
Ahoras son épocas de Cristina.  
Ella es la presidenta y hay personas que la aman como si la conocieran y otros que la odian como si la conocieran. 
Yo siento que veo todo desde una lejanía en verdad lejana, como si hubieran pasado doscientos años y mi mirada y mis sentimientos estuvieran ojeando un viejo libro de historia. 
Siento al presente como algo que ya fue.  Sin que me diera cuenta también fue para mi, pero no hay dudas, ya fue.  Yo ya viví esta historia, ya la pasé, ya estuve, ya transcurrí, ya transcurrió. 
Vivo el presente con un fatalismo que me sorprende. 
Me digo que esta es la época de Cristina, y antes la de Kirchner, y antes la de De la Rua y antes la de Menem y antes Alfonsín, la de los militares y antes la de  Isabelita, y antes la de Perón, y antes la de los militares y antes la de presidentes fugaces y cautivos, golpes de Estado, Perón, y golpes de Estado y tal vez Yrigoyen y otra vez unicatos y  así hasta el fondo de la pequeña historia de esta Argentina.
Básicamente una sucesión interminable de arrogancia, un diálogo entre sordos paraplejicos, una imposibilidad. Y mucha verguenza.
Vivo el presente con  fatalismo .  Me da tanta vergüenza el pasado como el presente y me da miedo decirlo y me vuelve a dar vergüenza sentir miedo. 
Se que quiero otra cosa pero ya no se que quiero. 
Quiero un lugar en el mundo en el que no sean los presidentes, ni los dictadores,  ni los poderosos de turno los que marquen las tristezas de mi vida. 
Quiero ser libre. 
Libre. 
Libre. 
Porque así me sentía en ese tiempo que fue hermoso.  Libre.  De verdad.   No hay bien más grandioso, dijo el abuelo Pedro, que la libertad. 
No elijas jamás lo que te haga esclavo.  Elegí la libertad.  Y a eso me dedico cada día, y en eso fracaso cada día, porque no puede haber miedo en la búsqueda de la libertad. 




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