Enredada en el falso aljibe de la quinta insistía el Mburucuyá en dar su flor cada año. Y los chicos nos maravillabamos años tras año con esta flor llamada la pasionaria por evocar la corona de espinas y los tres clavos de la pasión de Cristo. Las abejas y los chicos, cada verano, enredados en la alzada del falso aljibe, que el romanticismo trabajoso del abuelo Pedro había construido para nosotros. Para los chicos, las abejas y el Mburucuyá.
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