jueves, 25 de junio de 2015

La bruja aventurera

No todas las brujas nacieron para andar preparando hechizos.
Ni todas las brujas nacieron para volar en escoba. 
Ni todas las brujas nacieron para dedicarse a hacer maldades por el barrio.
Hay brujas que nacieron para dedicarse a la aventura y esas brujas son las brujas más peligrosas porque contra los aventureros no hay precaución que valga.
Esas son las brujas que viajan a países que nadie entiende.   Las que duermen en colchones de un metro y medio de alto como si fueran las famosas princesas de garbanzo.    Las que desprecian los tesoros escondidos al menos que puedan gastárselos legítimamente en cuatro cenas.  Las que aprecian las historias inventados por otros pero no siempre tienen la voluntad de inventar historias propias, aunque cuando las inventan son historias fantásticas llenas de gente extraordinaria.  Las que tienen escobas que no vuelan, como ya dije, pero que tampoco barren, a menos que sea estrictamente necesario. Las que compran plata en los bancos como otros compran bananas en el mercadito de la vuelta.  Las que creen en la ensalada de rúcula más que en la polenta con queso quartirolo.
De ese tipo de brujas es la tía Claudia.
A veces cuesta mucho trabajo hablar con ella.
Es que está pero no está.
Es que cuando uno la está mirando desaparece y uno se queda hablando el fantasma de su presencia que queda impreso en el espacio diez minutos más que ella misma.
La tía Claudia es el tipo de bruja a la que no se le dan muy bien las fogatas ni los aquelarres.  Es bruja de andar sola, curioseando cosas que a nadie le interesan.
Es que a la tía Claudia le cuesta involucrarse con las cosas humanas.  Ella prefiere hablar de la mancha que dejan los hombres malos en la tierra y el quitamanchas adecuado para borrar la huella.  Le gusta analizar el carácter del Papa, jefe de todos los católicos apostólicos romanos, pero cuando intuye que el hombre anda en asuntos tan terrestres como la diplomacia prefiere perdonarlo y olvidarlo.
Si Juan y Mateo necesitan a la tía Claudia bastará conque la llamen.  Ella sin dudarlo apelará la magia de las tarjetas de crédito y en un abracadabra estará donde los chicos estén, dispuesta a ocuparse de a ratitos, en el tiempo libre que le dejan sus soledades.
Cuando los chicos crezcan la tendrán siempre cerca.  Porque la tía Claudia tiene poderes enormes y no se le resisten ni los teléfonos presentes ni los que están por venir, tan prácticos que parecen pura telepatía.
Juan de a ratos la acompañará y a veces desaparecerá, igual que ella, perdido en el mundo inmaterial de las comunicaciones, mientras Mateo siempre estará escapando, igual que la tía misma, ejerciendo de vigilante solitario.
La tía Claudia es una bruja aventurera.  Incómoda como todos los aventureros pero igual de entretenida.


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