Juan María y Mateo llegaron en canoa al Río Tenebroso.
Venían navegando desde hacía un rato largo, remando y remando con unos remos rojos y azules.
Juan remaba con remos azules y Mateo con remos rojos y entraron al Río Tenebroso rápidamente, llevados por la corriente.
El Río Tenebroso era muy subterráneo y corría por debajo de la tierra, recorriendo cavernas y más cavernas y pasando de tanto en tanto por cañadones estrechos.
Pronto vieron la cueva de los murciélagos, todos colgados cabeza para abajo, envueltos en sus alas de terciopelo, dormidos, porque era de día y de día los murciélagos duermen.
Remaban a toda velocidad pero mirando de vez en cuando para arriba, porque si bien los murciélagos estaban bien prendiditos al techo de la cueva con sus patitas pegajosas, pensaban que por ahí, en una de esas algún murciélago les caería sobre las cabezas.
Así, remando remando, llegaron a la gran cueva de las mariposas en la que entraba el sol a raudales por un hueco abierto en la tierra.
Y por el hueco bajaban unas mariposas gigantes que nacían de unas larvas redondas y marrones que dormían en las paredes rugosas.
Y entonces una mariposa enorme se acercó a la canoa y con sus patitas peludas agarró a Mateo del pelo rubio y lo arrancó de la canoa y se lo llevó.
Juan empezó a gritar como loco y con su remo azul trataba de pegarle a la mariposa para obligarla a soltar a Mateo, pero pronto la mariposa se elevó hasta el techo de la enorme cueva y se posó en el borde del agujero por el que entraba el sol.
Juan se quedó solo, con mucho miedo pero de pronto sintió que se llenaba de valentía y comenzó a gritar llamándolo a Mateo que entre las patas de la mariposa gigante trataba de librarse y escapar.
Fue entonces cuando entró el hombre Buho atraído por los gritos de los chicos y volando con sus grandes alas pardas se acercó a Juan, que ni lerdo ni perezoso estiró sus brazos y se le colgó de un ala y le gritó - Ayúdame, Mateo está en peligro.
El hombre Buho ululando fieramente se elevó hasta el hueco que se abría en el techo y juntos, Juan y el hombre Buho volaron a rescatar a Mateo de las garras de la mariposa gigante. Mateo los ayudó mordiendo a la mariposa en su pata peluda y cuando la mariposa lo soltó el hombre Buho lo tomó de una pierna y Juan de una mano, y así, volando todos despatarrados llegaron los tres hasta le canoa en las que el hombre buho se posó con toda delicadeza.
Para salir de la peligrosa cueva de las mariposas el hombre buho los empujó con todas sus fuerzas y Mateo y Juan remaron a toda velocidad.
Estaban entrando por un pequeño hueco en el que la gran mariposa maligna no podía alcanzarlos. Cuando los chicos miraron para atrás vieron a la gran mariposa que entre gritos estridentes y rayos de colores se convertía en una bruja horrible que intentaba alargaba sus brazos para atraparlos entre sus dedos de esqueleto sin poder alcanzarlos.
El Río Tenebroso se llenó de sombras y allí al fondo, iluminado como un sol, los chicos vieron un Idolo de Oro.
El hombre Buho voló en la oscuridad y los chicos volvieron a quedarse en el río remando despacito para no despertar a los murciélagos.
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