miércoles, 28 de enero de 2015

El abuelo Juan

El abuelo Juan era más bien especial, por no decir medio aparato. 
Aparato se dice cuando alguien está armado con elementos que uno conoce pero no sabe acomo funcionan o que sabe como funcionan pero no tanto. 
El abuelo Juan tenía los ojos casi violetas y yo supongo que ese color de flor de planta trepadora estará agazapado en los genes de los Mateitos esperando para aparecer, justamente como una flor de planta trepadora, vaya a saber cuando o en qué generación.
El abuelo Juan era de renegar por cualquier cosa y todo a su alrededor se mantenía en un equilibrio inestable, como si todas las cosas se sostuvieran sobre cables y como si esos cables fueran a cortarse en cualquier momento produciendo un desastre de roturas y quiebres. 
Pero al abuelo se le llenaban los ojos de lágrimas cuando pensaba en las cosas lindas de la vida y sentía una melancolía permanente por los tiempos en que los chicos éramos chicos y los grandes jóvenes. 
El abuelo no soportaba el sufrimiento inútil y pensaba que nada era de él ni de nadie si otro lo necesitaba más que uno.  El abuelo quería ser médico y médico debió haber sido porque quería curar. 
Cuando nos enfermábamos dejaba de ser gruñón y era el papá que uno quería para que la panza no doliera o la fiebre bajase o el miedo no se quedara con nosotros.  Es que como todos los sanadores su voluntad de curar lo precedía y espantaba al miedo. 
Y como no fue doctor, tal vez de puro vago, se hizo amigo del doctor Martín con el que compartían la vocación de andar ayudando a la gente, a veces a la fuerza y en contra de su propia voluntad. 
El abuelo Juan era rubio de verdad y luego fue un hombre de pelo blanco como solo los rubios pueden tenerlo. 
El abuelo Juan no podía contarnos nada de cuando era un niñito en la escuela marista de Luján, nada del abuelo Adolfo o de la abuela Elena, porque la voz se le quedaba atrancada en la garganta y venían esas lágrimas que no caían a volverle más violetas los ojos ya violetas.  Así es poco sabíamos del Juancito chico y movedizo.  
El Juan chiquito jugaba al pato, eso lo sabíamos por sus botas de nene de siete años, y siempre lo imaginamos rubio y lindo en su poni pampa. 
El abuelo Juan era mi papá y el de la tía Claudia, la tía Ana y mamá Vero. 
A mi me gustaría que Uds., mis Mateitos, lo recordaran como si lo hubieran conocido.  Como nosotros lo recordamos.  Gruñon y generoso y capaz de llegar en auto hasta el mismo cielo para ayudar a todos y a cualquiera.  Capaz de llegar en auto.   O en bicicleta. 

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