Y yo soñaba que el señor de la punta decía -Negro el once.
Me habían dado las fichas salmón y las había puesto alrededor del once, en el cuadro con el diecinueve y al final, emocionada, había puesto una fichita en el negro el once.
Y el señor de la punta dijo -Negro el once.
Y José me decía -Bien Gordi, la pegaste.- Y me daba unas palmadas en la espalda y me dejaba turulata de cariño.
-Negro el once
-Negro el once
-Negro el once
Por eso fui al casino, porque había estado soñando toda la noche con el negro el once y cada vez José venía y me daba unas palmadas en la espalda y me decía -Bien, gordi, bien, pegaste un pleno.
-El once es mi número -decía mamá en el sueño. Y papá ponía cinco fichas en el once porque era el número de mamá y el señor de la punta decía -¡Cero! -y pasaba el rastrillito, y papá, con el pelo blanco y la cara más blanca que el pelo ponía la última ficha otra vez en el once y se daba vuelta para no mirar, se iba hasta tres mesas más allá y volvía. Y el señor de la punta decía -Rojo el treinta y seis. Y papá volvía y nos llevaba a todos a la rastra sin tocarnos, sin llamarnos, echándonos simplemente una mirada violeta, cortita y triste.
Pero el once era el número de mamá.
¡Qué suerte! Tal vez nunca ganamos con el 11. Pero este recuerdo, es un premio como ninguno. Mamá.
ResponderEliminarMemocioné
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